Me acaba de llegar. Un email de mi amigo de la infancia al que no veo desde hace muchos años. No sé como ha conseguido mi correo, pero sin duda que me alegro un montón de volver a hablar con el.
El caso es que me adjunta una dirección donde tiene colgadas unas cuantas fotos suyas y de otros amigos de mi antiguo barrio y colegio. Como ellos siguen viviendo en el mismo barrio pues siguen muy unidos.
Así que me pongo a ver fotos. Lo primero que veo son un montón de gente que me suenan remotamente pero que no conozco. Me quedo perplejo. Miro detenidamente las fotos y poco a poco comienzo a reaccionar. Ya no son los niños con los que yo jugaba. Los chavales que pasábamos tantos días juntos de aventuras y de travesuras. Las imágenes de mi mente ya no existen y ahora tan sólo veo a unos hombres que antaño fueron mis amigos y compañeros de clase.
Es algo que por supuesto se da por sentado. Pero cuesta mucho no sorprenderse antes tal revelación. ¡Qué viejos recuerdos se han destapado y cuantos más se van a destapar!
Miro de nuevo esas fotos, todos juntos, y pienso que yo estaría ahí si no me hubiera mudado hace casi 12 años, y claro, por el contrario ahora no tendría a los amigos que tengo.
Es tiempo de recordar y de añorar.
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