Soy un enemigo acérrimo de la jornada laboral partida. Este tipo de horario hace que dediques al trabajo entre 10 y 12 horas diarias como mínimo, es decir, que dediques tu vida totalmente al trabajo. Es imposible compaginar casi cualquier actividad con una jornada laboral partida.
Por ejemplo, yo trabajo en una oficina con el siguiente horario: Me levanto a las 8 de la mañana para ir a trabajar y llego a mi casa a las 7 de la tarde. Son 11 horas diarias de mi vida dedicadas al trabajo. Es cierto que “descanso” 1 hora para comer, pero como no da tiempo volver a casa, nos llevamos la comida y comemos en la misma oficina. Es por tanto un tiempo dedicado también al trabajo, aunque sea indirectamente.
Creo sinceramente que la jornada partida continuada no favorece a la producción, que el trabajador acaba descontento siempre y que es un agujero negro de la motivación, de la creatividad y de la vida personal.
Los motivos pueden ser varios, pero hay uno que es prácticamente innegable: la jornada laboral partida es antinatural. El cuerpo humano (y el de la mayoría de los animales) no está hecho para trabajar en dos turnos separados, y especialmente no está hecho para trabajar después de la comida. Son horas totalmente improductivas en las que el cuerpo demanda descansar, sobretodo si se han dedicado todas las horas anteriores al trabajo. Biológicamente hablando podemos decir que este tipo de jornada laboral es una aberración. Estamos mejor preparados por naturaleza para salir a buscar nuestro alimento (a trabajar) temprano por la mañana y a dedicar la tarde a actividades más reposadas y sin estrés. Visto de esta forma y teniendo en cuenta la obligatoriedad de las 8 horas de trabajo diarias, el horario de 7h a 15h es el que más se asemeja a nuestras necesidades naturales.
Muchas empresas saben esto y obtienen muchos mejores resultados que otras en las que los trabajadores dedican muchas más horas.
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